Por definición, la brujería es la manipulación mágica producida a favor de un cambio energético en la realidad. Siendo recurrente la existencia de métodos que avalan el uso de rituales según el fin propuesto.
En un comienzo, esta práctica se dio con fines protectores, desde la sanación espiritual, pero progresivamente fue aplicándose con expectativas dañinas, además de recurrir a entidades demoníacas. Por ello, tal concepto se asimila a la ocurrencia de extrañas e inexplicables sintomatologías que puede llegar a tener una persona a nivel físico, mental y espiritual.
Bajo el gran abanico de maleficios existentes, las plagas de insectos en lugares donde se desarrolla la vida privada, como lo puede ser el hogar, es una de ellas. Presenciando una gran cantidad de mosquitos, hormigas o cucarachas en entornos habitables, que desarmonizan el ambiente y provocan una alteración psíquica en la víctima.
Ahora bien, para verificar si efectivamente es brujería, primero se aconseja buscar respuestas lógicas a estas eventualidades, para así proceder a descubrir donde yace su origen energético.
A continuación, señalaré los síntomas más recurrentes de este elaborado ataque espiritual: fracasos acumulados, padecimiento de enfermedades, quiebre de artefactos, conflictos relacionales, olores fétidos, pesadillas e inclusive accidentes, con posibilidad de muerte. Tragedias que conforman un conducto idóneo desde donde se esparce la concurrencia de estos bichos, por lo que detectarlas a tiempo permite frenar dichas acciones mágicas.
En mayor detalle, para revertir semejantes signos y efectos, se recomienda elaborar una limpieza tanto en la persona –canalización espiritual, reiki u similares- como dentro del espacio infectado -sales, insecticidas y afines- pues ambas alternativas califican como fuentes idóneas de protección.
Sin importar la manera escogida, con el simple hecho de comenzar a reconocer y actuar ante la llegada de estos insectos, el poder de tal nociva brujería poco a poco irá desapareciendo.
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